Pilar Santos
El arte, por fortuna, no sirve para nada, pero el artista se sirve de él para reorganizar el mundo: lo reinterpreta y reconstruyéndolo a su imagen y semejanza, le confiere un significado añadido o nuevo. Si todo esto es cierto, se cumple muy bien en la pintura de Pilar Santos, en la que predominan dos notas: el color y el movimiento y el humor. La obra de Gayoso, desenfocada, desenfadada y desarraigada, o sea, moderna a más no poder, es también ecléctica, y participa tanto del expresionismo como del decorativismo, permite evocar tanto a Beardsley y Klint, como a Matisse, Bacon o Grosz.
Este abigarrado conjunto de lápices, plumillas, collages, acuarelas, óleos y acrílicos, surge de motivos tristes o jocosos, pero la mirada tierna y divertida de la autora dispone los materiales con ligereza y placer. Wittgenstein señalaba que “algunos se molestan porque las aves se alimentan con gusanos”. El arte también redime de la vida, incluso si no se anticipa a ella.
El trabajo ha sido enorme y el resultado es una composición a caballo entre la hilaridad y la pesadilla y la agorafobia. En este sentido hablamos de negocios. Pero también -seguramente sobre todo- hay gozo, como el galanteo y la pasión, que es un tiempo incierto de escorzos, equívocos y claroscuros. Así es la visión del mundo que propone Pilar Santos, compleja, contradictoria y lasciva, y esa es también, me parece, su relación con la pintura.
FERNANDO POLANCO